El Blog

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Ascoli-Piceno, Assisi, Arezzo e Perugia

Sé que tengo un compromiso con los que por aquí se pasan (que no sé si serán muchos o pocos pero sólo con la oficina en la que trabaja mi prima ya tengo un número considerable de lectores) y que debería haberme sentado a escribir cómo fue mi viaje en solitario. Pero no sé qué me pasa en estos días que ando totalmente desganada...

De los cuatro días que he estado fuera de Téramo podría escribir durante un buen rato. De hecho, empecé a hacer como una especie de diario en tercera persona. Copio lo poquito que alcancé a elaborar...:
"Tras la ventana del tren la lluvia cae de forma copiosa. Lleva un buen rato sin parar, y la chica comienza a preguntarse si quizá no debería bajarse en la siguiente parada y buscar algún hostal para descansar. Pero aún quedan dos horas de camino y quién sabe si escampará en este tiempo. Aún no sabe muy bien cómo se le ocurrió meter dos pantalones en su mochila y salir de casa. ¿Su destino? Eran muchos y el dinero escaso, así que sería mejor no planear nada y dejar que todo se fuese solucionando por sí solo. Por otro lado, le gustaba viajar en tren. Pensaba, sin duda, que era el mejor medio de transporte: seguro, sin atascos, y con un romanticismo que a día de hoy escaseaba sobremanera. No paraba de admirar los diversos paisajes por los que serpenteaba la locomotora. Y en el vidrio, siempre constante, el reflejo de su rostro ovalado y de sus ojos cansados.

Aquella mañana había visitado una pequeña ciudad llamada Ascoli-Piceno, con muchos encantos en miniatura, tales como una pequeña plaza, una pequeña torre y unas pequeñas callejuelas. Le gustó el hecho de ver mercadillos improvisados en las calles más céntricas, que vendían desde unas naranjas exquisitas hasta unos gorros que le revelaban que allí el invierno no era generoso con los grados. De hecho, en las montañas más vecinas se observaba claramente una capa de nieve que cubría toda la cima. Ahora, a poco de llegar a una nueva estación, pensó que le gustaba viajar sola, las conversaciones con desconocidos que acababan con una llamada por megafonía, el no saber dónde dormiría aquel día. Le gustaba, sobre todo, sentirse independiente y capaz de hacer lo que le gustaba aunque no tuviera a nadie que la siguiera."






Y justo aquí acaba el diario de motocicleta... El resto lo resumo en un par de párrafos. El primer día estuve en Asís, luego en Arezzo y por último en Perugia. Cada parte tenía un encanto especial, ya que por ejemplo Arezzo es donde se rodó La vita è bella y está todo señalizado con los diálogos de las escenas y fotogramas de la peli. Asís es el pueblo donde nació el santo, muy espiritual. Y Perugia es una de las ciudades universitarias más conocidas de Italia. Allí salí también de fiesta, por lo que tampoco faltó el alcohol.

Por cierto, otra cosa que pude corroborar es que no hay hombre más empalagoso que un italiano. Allí que estaba yo en mi bar, hablando tranquilamente con los camareros y tomándome mi cerveza, cuando viene el tipo en cuestión y empieza a hablarme de mil historias absurdas para acabar regalándome una rosa... ¡Venga hombre, que no estamos en la feria!




PD: Pronto escribiré sobre el fin de año falso que celebramos los erasmus aquí ayer. Fué muy completo, con campanadas, uvas, champán y fiesta. Pero ahora, toca esperar.

1 comentario:

exflatmate dijo...

Estas exa una viajera!! a ver si te da y te pasas por turkıa!! jeje besosss!!