El Blog

lunes, 22 de septiembre de 2008

Una despedida como otra cualquiera

- Aguantemos estos dos años y te prometo que el resto de tu vida será algo maravilloso.

Vale, era una de las cosas más cursis que había dicho en mucho tiempo, lo reconozco. Pero la ocasión lo merecía. Tampoco es que estuviera en medio de una cena super romántica (las pizzas de salchicha nunca lo son), pero sí era la última noche que pasaríamos juntos en un periodo más o menos largo. Además, la frase me ha venido de perlas para empezar esta entrada... El caso es que allí estabamos, sentados en aquella mesa del centro histórico de Las Palmas, jurándonos amor como dos protagonistas de telenovela. Yo siempre había sido una especie de Bridget Jones empecinada en encontrar al hombre de mi vida pero sin poder salir de una espiral de relaciones catastróficas y vacias. Eso sí, he de reconocer que nunca fui de polvo fácil. Pero, ¡oh, sorpresa! mi príncipe azul había resultado no ser otro que aquel viejo y buen amigo y una bonita noche del mes de julio empezó la historia más surrealista y dificil que podría haber imaginado.

El resto de la noche fue sin sobresaltos y según lo previsto. Fuimos a ver Vicky Cristina Barcelona, película de la que salí algo insatisfecha. Precisamente hablaba de eso, del amor y otros caprichos del ser humano, pero la noté algo vacía e insulsa. De todas formas hoy no es el día de hacer críticas cinematográficas. Salimos del cine, cogimos el coche y nos dimos la mejor despedida que podríamos haber tenido.

Hay que ver lo irónica que es la vida que aún sabiendo que mi acompañante es, entre otras cosas, un gruñón con tendencia autodestructiva, un estudiante insatisfecho, un comunista arrepentido con inclinaciones a la acumulación de capital, una especie de gallito de gimnasio pseudo intelectual, una antítesis de Ferran Adriá, un amante descuidado y alguien que ingiere alimento para que cuatro personas del tercer mundo pudieran salir adelante, yo ya no puedo imaginarme sin su compañía.

- Te voy a echar de menos. - dijo mientras descansábamos en la parte de atrás del coche.

Sabes que yo también.

2 comentarios:

Anonymous dijo...

Hace tiempo lei un relato en el que un viajero extraviado en el tiempo se da cuenta de su error,

porque su misión era reparar un electrodomestico que aun no ha sido inventado. Creo que en algún

momento de nuestra vida todos nos hemos sentido así. Viajeros perdidos, gente fuera de lugar,

como un ladron de guante blanco en medio de un desierto. Sombras sobre las aceras salpicadas de

agua en estos días de bolsillos medio vacíos. Para tratar de coser mañanas, nubes y olas con los

hilos que se le caen a la vida. Imagino ciudades telescópicas en las que los taxistas siguen

pasando más allá de la medianoche, en las que los amantes no son obligados a elegir entre el

sudor, la saliva y la piel, o el aire acondicionado. Sueño terminar de aprender que la vida es

ciertamente una zona de casualidades, una frontera, una nota de corte, el precio de un billete de

avión, un TQ que olvida entregar Movistar, una foto de Robert Capra... Tú, que sabes que las

carreteras estan hoy asfaltadas para que el día que se nos despierte la conciencia no tengamos

adoquines que lanzar, tú que sabes que existen angeles vengativos que azotan y pulverizan

galaxias, "mares de curvas y paisajes electricos", orgasmos, pelis con polis, que llega un

momento en que la vida transcurre disparatando sístoles y diástoles, como la sensación que se

tiene al descubrir que ya has leido todos los libros que hay en tu casa, incluso los malos.Tú,

emprendes un viaje que te lleva a un lugar que obliga a usar la lupa grande del Google Hearth, caminante no hay camino, no es frecuente que floten en el aire trocitos de victoria, magia, triples sobre la bocina, sonrisas de Brad Pitt, la vida suele tener la bufanda de los sueños más corta que la corbata de las obligaciones, ya te haces una idea… más Lunes a las 7 de la mañana que Sabados que nunca acaban. Te deseo un buen viaje, que peces de colores se traguen los meridianos y te lluevan besos de vainilla, que principes exiliados te cuenten sus secretos,tu sabes que los capitanes de barco odian la lluvia en tierra, les trae el recuerdo de demasiadas olas.Gracias por esos regalos que escribes, como viejas canciones gallegas, frías y empapadas en lluvia y mar, pero tiernas y capaces de agitar el alma. CUidate mucho, y aprende todo lo que puedas, hazlo por ese esquimal que muere a los 70 años y solo ha visto 70 atardeceres. You know...de nosotros mismos nadie nos salvará. Encuentra una isla de café y ron donde naufragar.
Ánimo Princesa. Te mereces algo mejor, pero llevaba meses sin escribir. Ciao bambina :)

Multe dijo...

Ops, la verdad que leer algo como esto un día como hoy, en el que deambulo por las calles de Madrid sin apenas haber dormido (nunca se duerme en los aeropuertos), me alegra y me hace poner de forma inconsciente una sonrisita en mi cara.

Que grande son las palabras. Gracias por todo :)