Te echo
de menos. Mi manchi. Et
trobo a faltar. I miss you. Tenho saudade de você. Recorro el mundo
pronunciando palabras, frases, que sólo me recuerdan a ti, a tu presencia
eterna e infinita. Miles de idiomas que sirven únicamente para expresar un
sentimiento, una realidad, la mía. Especulo con mis fantasmas sobre qué estarás
haciendo ahora. Quizá bebas chelas en un bar de Santiago, en aquel en el que
nos besamos siendo sólo unos adolescentes mientras sonaba Silvio Rodríguez y el
retrato del Ché decoraba las paredes.
En aquellos años los ideales eran más
fuerte que la evidencia, los sueños más apropiados que la realidad, las
caricias por debajo de la mesa más oportunas que las miradas indiscretas que nos
lanzaban los camareros.
O quizá no hagas nada de eso y hayas abandonado el impulso
de vivir como lo haría un loco, uno de esos chalados que beben ginebra para
desayunar, calzan zapatillas con agujeros y prefieren salir a mojarse bajo la
lluvia mientras el resto del planeta se refugia en sus paraguas. Te imagino entonces
con tu disfraz de chico responsable, sentado frente al escritorio, metódico,
detallista, buscando insaciablemente la perfección, siendo la prueba definitiva
de que los hombres más excepcionales de este mundo son simplemente perturbados a los
que no les quedó más remedio que mimetizarse con los demás, porque su mente era
tan jodidamente fascinante que todos aquellos que alcanzaban a vislumbrar un
resquicio de ella quedaban petrificados. Creo que fue así como la dignidad
perdió la batalla contra la desidia. O a lo mejor fue sólo cobardía. Qué más
da.
Yo te quiero. Io ti amo. T’estimo. I love you. Eu te amo. Repaso
cada una de nuestras fotografías. Mi mano. Tu boca. Mi pecho. Tu sonrisa. Mi
respiración. Tu ombligo. Mis ansias. Tu alegría. Mi esencia. Tú todo. Ya casi
no distingo los escenarios, el lugar en el que me dijiste te quiero, la playa
en la que nos bañamos desnudos para sentirnos más vivos que nunca. Pero lo
cierto es que nada importa, que todo puede desaparecer de nuestro alrededor porque hemos encontrado la esencia que nos define.
Abandonamos las
caricias por debajo de la mesa por copas de vino y sonrisas educadas. Nos
pusimos trajes y corbatas y finalmente comprendimos que es la realidad la que
forja los sueños, aunque a veces parezca lo contrario. Y en este tumulto de contradicciones
me agarro a tu mirada para saber que nada ha cambiado en realidad. Me aferro al
hilo de aire que sale de tu nariz para volar tan lejos como aguanten nuestras
ganas. Otra vez cruzamos océanos, hablamos dialectos y lenguas ajenas, nos
perdemos en abrazos que nos consuelan y nos reconfortan pero que nunca son los
abrazos que precisamos (yo el tuyo, tú el mío), nos inventamos cuentos e
historias que mantienen al alma despierta. Todo para no desfallecer en el
intento de seguir nuestro camino, el que hemos elegido, el que nos mantiene
unidos. El que nos hace ser quienes somos: los amigos, los amantes, los
compañeros, los camaradas, los enamorados, los inseparables.