Describir
Sao Paulo es un reto complicado. Supongo que por eso no me he sentado a retomar
este proyecto (mi blog) hasta ahora, un mes después de mi llegada a este país.
¿Cómo explicar que nada es lo que parece, que la peligrosidad no es sino los
delirios de grandeza de unos cuantos, que la gran urbe se transforma para
acogerte y mimarte, para que te sientas a gusto? ¿Cómo reconocer que los
prejuicios calaron tanto en mí que yo también fui parte de esa sociedad
des-informada, que había renegado de un rincón del mundo que ahora me cuida y
me fascina? No es sencillo quitarse la venda y mirar frente a frente lo que
tienes delante, y es por eso, supongo, que las primeras impresiones han tardado
en llegar, que las certezas han deambulado un tiempo por mi mente y que es
ahora cuando finalmente las asumo y las comparto.
La
visión de Sao Paulo, allá arriba cuando aún sobrevolaba la metrópoli, me
sobrecogió. En mi cabeza, cansada después de un largo viaje, sólo retumbaba un
pensamiento: “Esta ciudad es igual de grande que tu isla. Y en ella viven 20
millones de personas. Prepárate”. Las hileras de coches por las carreteras se
manifestaban allá donde mirase, las luces parecían no tener fin, los
rascacielos estaban por todos lados… y yo, viajera indómita, me sentí por
instante más pequeña de lo que ya soy, tan diminuta que me faltaba el aliento y
mis pulmones no eran capaces de almacenar la cantidad de aire necesaria para
sobrevivir. Recuerdo que entonces respiré, me armé de valor y me dije a mi
misma que esta era mi aventura (otra más), que no estaba permitido tener miedo
y que la vida estaba allá afuera, esperándome.
Poco
tiempo hizo falta para que la inseguridad se convirtiese en cosa del pasado.
Mis nulos conocimientos de portugués no fueron impedimento para que la gente me
sonriese en todos los lugares, desde el aeropuerto hasta el hotel, pasando por
el autobús o el taxi, y me ofreciese toda su ayuda. Rebosando vitalidad y optimismo, cada una de las personas que se cruzaron en mi camino durante las
primeras 24 horas fueron
determinantes para
que comprendiese que Brasil es mucho más que revueltas callejeras, favelas y
tiroteos. Los estereotipos cayeron en saco roto y me sentí completamente
predispuesta a desnudarme ante el país, ante Sao Paulo, a dejar que mi nuevo
hogar me rodease con sus peculiaridades, su locura, su ritmo frenético, su
lenguaje dulce y relajante. Quería aprender a querer a este trozo de tierra,
incorporarlo en mi lista de destinos predilectos, impregnarme de sus cosas
buenas y ayudarle a mejorar en los puntos negativos.
Hoy se
cumplen 31 días desde que aterricé en Sao Paulo. Ha sido un mes que no ha
estado exento de contradicciones, de dudas, de incomprensión y de sorpresas. Un
mes en el que no he parado de aprender (he aprendido que beleza puede usarse
continuamente en una frase, haciendo que todo sea mucho más bonito y encantador
de lo que en realidad es; he aprendido que la política es una fuente de
conflictos en todos los lugares; que la casa más humilde puede estar junto al
edificio más lujoso o que aquí la gente es capaz de esperar hasta 5 horas por
entrar a ver una exposición en el museo, entre muchas otras cosas).
Hoy, 31
después de mi llegada a Brasil, inauguro una nueva etapa en mi diario
cibernético. Aún tengo mucho de lo que hablar, pero sirva este pequeño resumen
como introducción.
Bemvindos
e boa sorte!!!
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