El Blog

martes, 25 de noviembre de 2008

¿Por qué motivo vemos como un fracaso todo aquello que no nos sale bien? Me hago esta pregunta ahora, mientras hablo con una amiga a la que, por circunstancias ajenas, la aventura que emprendió hace apenas un mes y medio le está saliendo algo mal. Me he tomado la libertad de dividir a los seres humanos en dos grupos:

1) Aquellos que tienen motivaciones e inquietudes

2) Aquellos que son conformistas y no aspiran a nada

Ciertamente, no conozco a nadie que esté a mitad de camino. O eres de un tipo, o eres del otro. Yo, desde pequeña, siempre sentí gran admiración por los del primer grupo. Veía a mis primas, diez años mayores, que empezaban a encaminar sus vidas, sus experiencias, los primeros trabajos, los primeros novios presentados a la familia, las primeras rupturas. Veía a mi abuela, ya con sesenta y largos años, que cargaba con ese horrible cáncer pero a la que nada le podía. Tengo muchos recuerdos de ella, pero sin duda lo que más la caracteriza es su fuerza, su valor. Jamás olvidaré cómo el dolor la corroía por dentro pero para no preocupar esbozaba esa sonrisa. Y así me fuí yo contaminando, me fui creando una persona con mil inquietudes, que piensa que toda una vida no basta para todo lo que hay que hacer y aprender y vivir y viajar y leer y escuchar...

Del segundo grupo, no hay mucho que decir. Pueden ser desde simples aristócratas hasta toxicómanos. Su situación les parece perfecta. Todo lo saben, todo lo sienten y todo lo conocen. Posiblemente sean los más felices, puesto que no les pica ni una sola vez el gusanillo del conocimiento y viven ajenos a la realidad. En definitiva, son la antítesis del "Sólo sé que no sé nada".

Pues bien, vuelvo a mi amiga. A ella, sin duda alguna, la encajaría en el primer grupo. Es el prototipo de chica intelectual, universitaria, comprometida, solidaria, trabajadora. Son sólo cinco adjetivos, pero me parece que a todo el mundo le llega para hacerse una idea. En definitiva, es lo que toda persona del primer equipo tiene el ideal de lo que hay que ser. Pero tales son las paradojas de nuestra existencia que, aún siendo así y teniendo el valor de enfrentarse a todo lo desconocido, ha empezado a jugar y ha puesto un pie terreno peligroso: el de menospreciarse. Sólo jugaba con su imaginación, pero tantas han sido sus ganas por creerse quien no es que se ha encerrado en su juego. Seguramente, si a ella le contásemos su caso desde fuera diría algo así como que "qué injusta es la vida, pero que valiente ha sido menganito", o "debería seguir intentándolo, tiene capacidad para salir adelante".

Lamentablemente, esto es lo incomprensible de nuestro ser. En sólo un día podría reunir al suficiente número de personas para saturar su cuenta de correo y que le dijeran lo maravillosa que es, para que le sacaran a relucir una sonrisa, para que se percatase de cuánto vale. Pero de nada serviría. Ella seguirá obstinada en considerarse menos que los del segundo grupo, en castigarse y flagelarse, y hasta que su imaginación deje de jugarle esta mala pasada el mundo seguirá sin contar con una de las cosas que más falta le hace: personas críticas que sean consciente del poder que tienen.


PD/ Sí, esto está escrito sólo para esta amiga. Pero ella se lo merece, y quería que supiese que para mí es todo un ejemplo a seguir. Una especie de heroína particular.
PD2/ No sé si se entiende algo de lo que he escrito. Tanto Peter Pan en italiano me tiene trastocado el cerebro.

1 comentario:

Nario dijo...

¡Muchas gracias por tu aparición estelar en mi blog! No me acordaba de que tú también tenías uno, estaré más pendiente desde ahora.

Es cierto que la sociedad está bastante polarizada, y que no se debe a la política -aunque más de una vez, esto sea coincidente-. Sin embargo, lo que tú llamas menosprecio, yo lo llamo autocrítica. Y no sólo es necesaria, sino que además, es inevitable.

Espero que lo estés pasando de puta madre por la madre patria (latina :P).