El Blog

lunes, 1 de diciembre de 2008

Se buscan objetos personales

Disculpen ustedes, mis queridos lectores, el panfleto introducido en este blog el otro día, pero la vida de un erasmus no nos exime de las ideas políticas o de estar en contacto con nuestra terrible realidad. Entre borrachera y borrachera siempre hay tiempo para ofender con los señores mandatarios de este jodido sistema...

Y una señora borrachera fue lo que cogi el viernes pasado. Ya dije que si salía tendría que ser acompañada por un par de copas, que hacía mucho frío. Lo que pasa es que en mi yo interior el termómetro debía estar rozando los 20 bajo cero, porque otra explicación no hay. La noche empezó de lo más normal, llegando justitos a la estación del tren y abriendo, a los cinco minutos, nuestra legendaria botella de Bonito Viejo. De repente, a la media hora, alguien me transmitió información que había estado fuera de mi alcance: " Ey... los amigos de Javi traen ron Arehucas...". ¿Que hay Arehucas en el mismo vagón en el que voy y no me había enterado? Allí que fuí en busca de esa botella, imaginada en mis sueños desde hace dos meses, para que fuera casi instantáneo que los ojos se me llenasen de lágrimas. Sin duda, era el perfecto vaticinio de que la cosa prometía.

Por suerte, la lluvia y los truenos habían finalizado y pudimos disfrutar de un auténtico botellón español en la pequeña plaza de Pescara. Y aquí vino la segunda sorpresa del día: ¡habían traído pipas! Vamos, no me digan que no... siempre da alegría eso de tomarte tu cubata con unos frutos secos. Pues allí que estábamos todos, más felices que unas perdices, hablando por aquí, riendo por allá, peleándonos por el otro lado... pero siempre de buenas maneras, que la violencia no es de nuestro agrado. (Abro un paréntesis para explicar que lo de la pelea es algo personal entre el señor Francisco de Asís Santos y la que aquí escribe, del cuál aún estoy esperando una disculpa...).

Después de haber arrasado con todo lo que llevábamos, nos metimos en un pub un tanto... extraño. Lleno hasta la boca, mis queridos chicos erasmus trataron de ligar con una camarera, muy mona por cierto, pero la chica, no sé si porque les daba miedo o por una cuestión de confianza, se acercaba más a mí que a los demás. La visita a este antro fue productiva, puesto que en primer lugar unos tres hombres enchaquetados, de unos treinta años, nos invitaron a Javi y a mi a unas copas de champán, que debía ser bien caro. Y en segundo lugar, el susodicho Javier se metió en el bolso un cojín para su casa y una de las copas en las que bebimos. Sin duda, cleptomanía diagnosticada.

Decidimos que allí no cabíamos todos bien (aparte de que la música no podía ser más hortera), y es a partir de aquí cuando empiezo a perder la noción de lo que ocurre a mi alrededor. Acompañada por... ¿Miquel? ¿Carlos? ¿Alberto?... llegamos a un sitio llamado Wake Up. Después me dijeron que era una discoteca de mala muerte en la que sólo ponían chunda chunda, pero si me dicen que sólo ponían a Bisbal, también me lo creo. Allí, un ron malísimo de garrafón para rematar. Como tenía más capas que una cebolla, y hacía más calor que en Sevilla en pleno agosto, empecé a quitarme prendas. No os preocupeis, paré a tiempo cuando me quedaba la última camiseta de tirantas. Al día siguiente también me contaron que baile mucho con un negro, que por lo visto debía de ser el África profunda... De nuevo, pasopalabra. Lo que sí recuerdo bastante bien es que conocí a un chico, gay, que no paraba de contarme que tenía un novio en Girona. Por si a alguien le interesa, tengo su número apuntado en mi móvil, aunque no es Wind y la llamada costará su dinero. También, en el transcurso de este tiempo, mientras entraba y salía de la discoteca (supongo que para airearme de los bailes de mi amigo negro) me entró un arrebato cariñosísimo y me dediqué a enviar mensajes a diestro y siniestro con el texto OS QUIERO RAGAZZI... Vamos, que ya nadie puede pensar que tengo borracheras violentas.

Llegada cierta hora, teníamos que volver a la estación para coger nuestro tren. Pero antes, no podíamos olvidar la parada en el kebab. Mucha gente, mucha comida y yo con mucha hambre. Un banco, un muchacho sentado, un hueco y al lado Carlos (sí, el mismo de la otra vez que me decía que no había pillado todavía nada). Me siento en el hueco. Miro la comida del muchacho, que consistía en unas buenas patatas fritas con muchas salsas. Sin cortarme un pelo, cojo dos o tres veces. Carlos me mira y me pregunta: ¿Quién es ese hombre, María?, y yo, con toda la naturalidad, respondo "Pues tu amigo, ¿no?". Pero claro, cuando quise volver a coger patatas, ya el hombre misterioso se había levantado y había salvado su presa de aquella cazadora en la que me había convertido.

Pero después de todo esto, no fui realmente consciente de las consecuencias de la noche de fiesta hasta que llegué a Téramo:

- Llaves perdidas
- Guante perdido
- Pañuelo (regalo de reyes) perdido
- Una capa de la cebolla (léase una camiseta) perdida

En fin, que después de todo, de haber tenido que levantar a mi compañera a las siete de la mañana (Roberta, te quiero, eres increible), de no haber probado bocado hasta las nueve de la noche del sábado debido a una constante fatiga, de tener que volver a hacer copias de mis llaves... después de todo fue una noche increible. Y como dicen por mi tierra, 'que me quiten lo bailao'.

2 comentarios:

el que no pilla dijo...

no esperaba menos...la historia de las patatas no podía faltar!

"callllos q voy mu má!"

Ex-flatematee dijo...

juasssssssss!!! Estas lista!!! Tu estas bebiendo por mı y por tı!! Lo de las patatas no me lo contaste el otro dia!!!