El Blog

lunes, 23 de agosto de 2010

Primeras impresiones sobre... Holanda

Holanda se presentó ante mí tal y como le correspondía: con una temperatura muy suave y un cielo encapotado que escupía lluvia cuando se le antojaba. No obstante, era mejor que Bélgica, donde había aterrizado en el aeropuerto de Charleroi después de cuatro largas horas de avión y donde un acto reflejo me llevó a tomar el abrigo que colgaba de mi brazo para prevenirme de los escasos 17 grados que el termómetro marcaba. 



Cuando cruzamos la frontera con Holanda el paisaje pareció transformarse de repente. Las llanuras verdes e interminables se sucedían kilómetro tras kilómetro, aumentaba el número de coches con matrículas amarillas y los carteles se expresaban en una lengua inteligible que a ratos parecía inglés y a ratos alemán (más lo segundo que lo primero, para mi desazón). Como un bebé que empieza a hablar, comencé a balbucear algunas palabras en la lengua de Shakespeare y traté de hacer amistad con los niños a los que cuidaría, los cuales me miraban algo desconcertados y tímidos, supongo que preguntándose quién era esa chica bajita y de pelo rizado que se inmiscuía en sus vidas. Mi objetivo, al fin y al cabo, era buscar un hueco en sus vidas y que  no acabasen lamentándose de su decisión.

En estos menesteres llevo ya casi una semana, seis días para ser exactos, y he de decir que me lo han puesto muy fácil. La convivencia con ellos es excelente, me han acogido con los brazos abiertos y hacen que no me sienta una extraña a 4.000 kilómetros de mi verdadero hogar (Islas Canarias, para los que anden un poco perdidos...) Además, el trabajo es cotidiano y sencillo, apenas mantener un poco el orden de la casa y estar pendiente de que no hagan ninguna trastada. Supongo que, en realidad, no terminaré de coger una verdadera rutina hasta que ellos empiecen el colegio.

Por lo que respecta a la forma de vida de los holandeses... uf, qué decir. Recuerdo que uno de los primeros posts que escribí al llegar a Italia se titulaba Sin internet, sin fregona y en el Abruzzo. En él hablaba de lo que me había sorprendido el atraso de la sociedad italiana, la carencia de cosas tan sencillas como una conexión decente a internet o, simplemente, una fregona. Ahora no sabría cómo titular el correspondiente para el país de las bicicletas... supongo que lo que más me ha llamado la atención es el tema de la alimentación. Esta es la primera vez que tengo que 'adaptarme' a las costumbres culinarias de otra familia y que no puedo decir eso de yo me lo guiso y yo me lo como. La dieta holandesa consiste en un desayuno a base de cereales y zumo de frutas, un almuerzo con un par de rebanadas de sandwich a la que le untan mantequilla, crema de cacahuetes o mermelada y una cena algo más consistente pero que tampoco es un festín... algo como arroz, ensalada o patatas fritas. Y lo cierto es que eso a mí me sabe a poco. Así que ando tanteando el terreno, tratando de cocinar cuando me da el punto y comiendo a cada ratito. ¡Cómo siga a este ritmo, con tan poca comida y tanta bicicleta, voy a llegar a España hecha una sílfide! 

Atardecer en Holanda. ©
 De momento, os dejo con algunas fotos que he tomado en estos días en mis escapadas por los campos y por la ciudad de Den Bosch, de la que ya hablaré cuando consiga unas cuantas referencias más. Ah, y gracias a todos por interesaros por esta humilde trotamundos que trata de narrar lo que sus ojillos ven... sé que no lo digo mucho, pero al fin y al cabo este blog sin sus lectores no sería nada, res, niente, nulla, nothing.




Canal principal ©
Calle con canal ©

Bicis en el camino ©
Calle central en Den Bosch ©






















Fachadas holandesas, Den Bosch ©

2 comentarios:

bEa dijo...

Ánimo Mery!! quiero seguir leyendo tus vivencias!! Un besazo guapa!!

Feni dijo...

Mery!!! No había leído tus andanzas y me gusta saber que ya el comienzo fue bien y cada vez a mejor. Cuidate mucho por allí y sigue manteniéndonos informadas,eh? A tu vuelta y un poco más adelante espero verte en la península. Un besazo!!