La vibración incandescente
de tu suspiro sobre la almohada
en el sueño de medianoche
me convierte en la víctima
de un asesinato perfecto.
Filos de alas de libélula
que rozan, sutiles,
y hacen sangre invisible
del hálito enmarañado
que te arropa de madrugada.
Eterna combustión de besos
y caricias nunca dadas
que perecieron sin nacer.
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