El Blog

jueves, 24 de febrero de 2011

Mario Vargas Llosa, El Sueño del Celta

Sin sentir una especial predilección por este escritor (y mucha menos por su personalidad), de su último libro rescato dos fragmentos que me han parecido interesantes. En el primero, simplemente sustituiría a los indígenas por la actual clase obrera. El segundo, una descripción de cómo me he sentido tantas veces.




"He llegado a la convicción absoluta de que la única manera como los indígenes del Putumayo pueden salir de la miserable condición a que han sido reducidos es alzándose en armas contra sus amos. Es una ilusión desprovista de toda realidad creer, como Juan Tizón, que esta situación cambiará cuando llegue aquí el estado peruano y haya autoridades, jueces, policías que hagan respetar las leyes que prohíben la servidumbre y la esclavitud en el Perú desde 1854. ¿Las harán respetar como en Iquitos, donde las familias compran por veinte o treinta soles a las niñas y niños robados por los traficantes? ¿Harán respetar las leyes esas autoridades, jueces y policías que reciben sus sueldos de la Casa Arana porque el Estado no tiene con qué pagarles o porque los pillos y burócratas se roban el dinero en el camino? En esta sociedad el Estado es parte inseparable de la máquina de explotación y de exterminio. Los indígenas no deben esperar nada de semejantes instituciones. Si quieren ser libres, tienen que conquistar su libertad con sus brazos y su coraje. Como el cacique bora Katenere. Pero sin sacrificarse por razones sentimentales, como él. Luchando hasta el final"

"Ésa era la palabra que mejor describía lo que se había sentido siempre, en Escocia, en Inglaterra, en el África, en el Brasil, en Iquitos, en el Putumayo: un desterrado. Buena parte de su vida se había jactado de esa condición de ciudadano del mundo que, según Alice, Yeats admiraba en él: alguien que no es de ninguna parte porque lo es de todas. Mucho tiempo se había dicho que ese privilegio le deparaba una libertad que desconocían quienes vivían anclados en un solo lugar. Pero Tomás de Kempis tenía razón. No se había sentido nunca de ninguna parte porque ésa era la condición humana: el destierro en este valle de lágrimas, destino transitorio hasta que con la muerte y el más allá hombres y mujeres volverían al redil, a su fuente nutrucia, a donde vivirían toda la eternidad."

1 comentario:

Sert Taş dijo...

Muy buenas ambas. Supongo que todos nos hemos sentido alguna vez desterrados en este mundo y de este mundo.

Te dejo yo una de Galeano (Días y noches de amor y de guerra) que me encantó y otra que me dio escalofrios...

"La memoria guardará lo que valga la pena. La memoria sabe de mi más que yo; y ella no pierde lo que merece ser guardado"

"Técnica de desapariciones: no hay presos que reclamar ni martires que velar. A los hombres se los traga la tierra y el gobierno se lava las manos: no hay crimines que denunciar ni explicaciones para dar. Cada muerto se muere varias veces y al final sól te queda, en el alma, una niebla de horror y de incertidumbre"