El Blog

jueves, 13 de noviembre de 2008

Roma e Napoli

Va bene, después de haber pasado ya por dos de las ciudades más importantes de Italia, es momento de contar un poco la experiencia. En tres semanas he visitado dos lugares maravillosos (de hecho, he repetido estancia en uno de ellos), totalmente diversos entre sí pero con una magia arrolladora.

El 23 de octubre cogimos el bus para Nápoles, y aunque en el grupo éramos nueve personas nos sentíamos un poco indefensos e inseguros. Eran tantas las historias que nos habían contado de la ciudad de la camorra que nos esperábamos lo peor, ser atracados, ver tiroteos o ir siempre en tensión a todos los lugares. Pero lo cierto es que lo que pude ver fue, sobre todo, mucha vida. Cuando nos bajamos en Piazza Garibaldi solo oía el sonido de los cláxones y veía a gente y más gente pasar. Todo era un poco confuso, teníamos que encontrar el hostal antes que nada y después dedicarnos a investigar. En nuestro mal italiano le preguntamos a una señora que nos indicó el camino y nos dijo que podíamos ir andando. Así que allá fuimos. Con nuestras maletas a la espalda, acostumbrados a la tranquilidad de Téramo, aquello resultaba monstruosamente inquieto. El trayecto duró más de media hora, pero mereció la pena. Una primera toma de contacto con la ciudad maldita que jamás olvidaré. Después, durante los tres días en los que anduvimos por sus calles, tuve el tiempo suficiente como para comprender que lo único que se puede sentir por una ciudad así es admiración y ternura. Admiración de ver esos edificios majestuosos, elegantes, enormes, clásicos, herencia de todas las etapas que la memoria puede recordar. Admiración al ver cómo las motos esquivan a coches y peatones, siendo capaces de vencer a cualquier piloto de GP si se lo propusiesen. Admiración también ante las sábanas colgando entre balcones. Y ternura de comprobar cómo en su rebeldía Nápoles aparenta ser lo que no es, cómo su gente te responde con amabilidad y con una sonrisa en la cara, cómo los estudiantes se encierran y protestan, cortando todas las arterias de su mapa de carreteras. Ternura de ver a los basureros limpiando a las dos de la mañana, a pesar de ser conscientes de que, casi por arte de magia, en unos segundos todo volverá a ser como era. De la misma forma, no olvidaré mi sorpresa al comprobar la gran similitud de este lugar del mundo con la lejana capital de Bolivia. A pesar de que en una las casas sean de madera y ladrillo y en otra los palazzi y museos te acosen por donde vayas, tuve la sensación de que tenían la misma esencia.

Mención aparte merece Pompeya, sumida en el letargo y la magia de su propia leyenda te envuelve casi sin quererlo. De repente te imaginas romana, yendo camino del anfiteatro, o te crees patricia al mirar los murales de las casas. Saltando de piedra en piedra, por una callejuela por la que pasaron tantos antepasados, te das cuenta de que al final todo estaba ya inventado: desde los gimnasios (palestra), hasta los burdeles con sus escenas eróticas o los bares donde comer algo caliente y beber hasta no poder más.

Por último, debo hacer un pequeño esbozo de Roma. En las últimas dos semanas he estado dos veces, la primera con mi madre y mi hermano y la segunda con Javi. Aún así, pienso que podría volver mañana mismo y maravillarme de nuevo con todo su esplendor. Roma alberga, en su propio nombre, toda la grandeza de la historia. Desde el flamante Colosseo, objeto de postales y fotos, hasta su tímida San Pietro Invincoli, resguardada de tráfico y multitudes. Cualquier iglesia, cualquier rincón, cualquier pedrusco está cargado de cuentos y verdades, de historias de romanos y gladiadores. Trastevere, la Boca Della Veritá, la Isola Tiberina, los Museos Vaticanos, la Cúpula de San Pedro, la Fontana di Trevi, el Foro y el Palatino, Sta. Maria la Maggiore, Castel Sant Angelo, las esculturas de Bernini, los frescos de Miguel Ángel, las estancias de Rafael, la tumba de Juan Pablo II, las catacumbas de los monjes capuchinos, Piazza Navona, Campo di Fiori, Piazza del Campidoglio… Son algunos de los complementos que hacen de Roma una ciudad museo. Aunque, como todo, tengo mi rincón favorito, que no es otro que el Panteón. Me he maravillado observándolo de día, de noche, con luna y con frío, rodeada de más y más turistas, con vendedores ambulantes que socavan las fantasías de mi mente. Me he maravillado y no puedo dejar de pensar que, sin duda, no obra tan perfecta como esta.

Con lo poco que cuento es imposible hacerse una idea de nada. Pero estoy segura de que quien haya visitado alguna de estas dos ciudades estará de acuerdo conmigo en todo lo que digo. En definitiva, que cuando me da por pensar todas las cosas malas que he contado en mis anteriores entradas, no puedo hacer otra cosa que obligarme a ser consciente de que tengo el Coliseo a tres horas de camino. Y sabiendo esto, es imposible que no te salga una sonrisa en la cara.


PD1/ Isa, imagino que los “atrasos” y cosas extrañas que veo en Italia no tienen comparación con lo que te pasa a ti, pero tú no estás en Europa.

PD2/ Con respecto a Roma… es justo decir que se ve con ojos muy distintos dependiendo de la compañía. Fontana di Trevi sabe mucho mejor cuando pido un deseo y luego te beso. Gracias por dejar que te acompañe y acompañarme a cada rincón del mundo. Y eso que sólo acabamos de empezar.

1 comentario:

Ex-Flatmate dijo...

Niñaa!!! ya se que no estoy en europa...x otra parte, si tu estas a unas horas del coliseo yo estoy a unos minutos de la comisaria mas cerca XDDD. Mi erasmus y el tuyo estan siendo tan sumamente opuestos. Tengo ganas de verte y compartir vivencias. bEsos

p.d.: tengo que decir que a pesar de todo lo malo que sta teniendo esta experiencia me quedo con el calor enorme que me esta dando la gente que conozco aqui. solo por ellos merece la pena seguir