El Blog

miércoles, 25 de marzo de 2009

La odisea del estudio

Empiezo a escribir y son las 18:33 de un día cualquiera. Bueno, no exactamente. Del día anterior a un examen. Estoy metida en la cama porque, de nuevo y otra vez más y otro día más en este pueblo enclavado debajo de una montaña hace frío. Prometo que a mi lado están los libros y los apuntes que debería estar leyendo. No sé si servirán de mucho ahí, pero cualquiera que sea estudiante sabe que lo importante es tenerlos cerca. Si vas a la biblioteca, llevas los apuntes, aunque sea para pasearlos. Si vas a casa de una amiga, llevas los apuntes, por si acaso...

Y en idas y venidas se pasan las horas. Lo miro y me mira, nos miramos y nada sucede. Eso sí, he decidido que ya no saldré a tomar esa cervecita con la que me había comprometido hace unas horas. Mi cargo de conciencia ya sería demasiado pesado para soportarlo. Mañana me veré las caras con Gratteri, chapurrearé cuatro palabras en italiano y, sobre todo, me abstendré de decir lo que pienso sobre Berlusconi y su televisión. Mejor limitémosnos a aprobar...

Ya son las 18:39. Todo sigue igual. Nada ha cambiado. Y por mi mente, entre palabra y palabra, se entrecruza su risa, su mirada, sus dientes (un poco torcidos en la mandíbula inferior) perfectamente encuadradados en unos labios perfectos también. Y son las ganas de volver a La Alameda, de atravesar Santiago lloviendo sólo para hacer una llamada telefónica. Llegar empapados al hostal y discutir por alguna tontería y creer de nuevo que es el momento de dejar la relación para darte cuenta, entonces, de que eso es imposible. La nostalgia de pasar mes y medio a su lado, compartiendo camas de 90 cm aún y cuando podrías dormir sola. La sensación de poder con todo, de conocer y aprender. Y que te cuenten historias que desconocías (sobre El Ché, sobre Neruda). Tener la constancia de que Belice existe. Los sueños de Marruecos, de Christiania, de Barcelona, del Kilimanjaro. Las ganas de decorar una habitación, aunque aún queda por discutir si con una bandera independentista catalana. La tristeza infinita de ver la cama vacía, la cama, la cama... y su foto en la pared, como no, como siempre.




18:57. Hora de volver a comenzar. Me llega un mensaje al móvil preguntándome cómo voy con los estudios. Sin las mínimas ganas necesarias de sentarme enfrente de esas letras. Me duele la cabeza de escuchar italiano, de escuchar las historias de amor de los italianos. De aprenderme la historia de la televisión italiana. Los ojos cansados, con las lentillas a punto de incrustrarse, de fundirse con la pupila y el iris. Me miro en el espejo que hay enfrente de mí. Venga, sí, puedo con ello... (con todo)



Quizá tú no lo sepas, pero te juro que a veces siento punzadas en la piel. Sucede cuando te pienso y no te tengo...

2 comentarios:

Anonymous dijo...

Me encantas cuando escribes, cuando piensas en algo y lo dices, el tono que le das a ello, incluso a veces me emocionas, no hay día que no me sienta delante de mi ordenador y lo primero que haga es ver si has escrito algo, espero no perderte jamás la pista, y espero que nunca dejes de escribir en este blog o al menos por mucho tiempo. (jennI)
Un saludo beso enorme.

Anonymous dijo...

¡Oye! Que "El Che" se escribe sin tilde, ¿no? xD