El Blog

domingo, 17 de mayo de 2009

Adiós, camarada



No suelo publicar dos veces en el mismo día, pero los acontecimientos de esta semana me obligan a ello. Sé que la muerte está ahí, presente en todo momento, y no es tanto el miedo que le tengo a ella como al dolor, a esos instantes de sufrimiento eterno que parecen que no van a acabar nunca. Hasta que todo se funde y el negro más infinito te atraviesa.

Mario Benedetti ha muerto. No lo conocía, nunca tuve la ocasión de cruzármelo ni saludarlo o decirle hola, ¿cómo estás?. No estoy alrededor de su familia llorando en su funeral, ni siguiendo su ataud a través del cementerio. Nunca me obligaron a leer un libro suyo de poemas, nunca me aprendí nada de memoria. Pero él estaba ahí, estaba allí. Yo sabía que existía y eso era suficiente. Yo sabía que podía buscar sus versos por alguna página, y pasarme horas delante de la pantalla leyendo. Tenía la certeza de que me tendería una mano cuando lo necesitase. Y ahora... ahora ya no está. Nunca más una palabra emanará de su pluma. No más poesía, el cielo está triste.

Parece que el mundo va perdiendo cada vez a más personas únicas e irrepetibles. Nada se escucha de nuevas voces críticas, nada de nuevos escritores, de nuevos pensadores, de nuevos políticos que se atrevan a plantar cara, a pegarle un buen empujón a esta sociedad carcomida y oxidada.

Aquí les dejo un poema que utilicé en cierta ocasión para regalárselo a mi compañero, una de aquellas veces en las que Benedetti fue lo suficientemente amable como para arroparme en las noches de soledad y melancolía.

Espero

Te espero cuando la noche se haga día,
suspiros de esperanzas ya perdidas.
No creo que vengas, lo sé,
sé que no vendrás.
Sé que la distancia te hiere,
sé que las noches son más frías,
Sé que ya no estás.
Creo saber todo de ti.
Sé que el día de pronto se te hace noche:
sé que sueñas con mi amor, pero no lo dices,
sé que soy un idiota al esperarte,
Pues sé que no vendrás.
Te espero cuando miremos al cielo de noche:
tu allá, yo aquí, añorando aquellos días
en los que un beso marcó la despedida,
Quizás por el resto de nuestras vidas.
Es triste hablar así.
Cuando el día se me hace de noche,
Y la Luna oculta ese sol tan radiante.
Me siento sólo, lo sé,
nunca supe de nada tanto en mi vida,
solo sé que me encuentro muy sólo,
y que no estoy allí.
Mis disculpas por sentir así,
nunca mi intención ha sido ofenderte.
Nunca soñé con quererte,
ni con sentirme así.
Mi aire se acaba como agua en el desierto.
Mi vida se acorta pues no te llevo dentro.
Mi esperanza de vivir eres tu,
y no estoy allí.
¿Por qué no estoy allí?, te preguntarás,
¿Por qué no he tomado ese bus que me llevaría a ti?
Porque el mundo que llevo aquí no me permite estar allí.
Porque todas las noches me torturo pensando en ti.
¿Por qué no solo me olvido de ti?
¿Por qué no vivo solo así?
¿Por qué no solo....


Benedetti ha muerto con 88 años. Y no me pregunten porqué siento esta infinita tristeza, porque se me nublan los ojos de lágrimas, porqué me afecta así su desaparición. Quizá sea que tengo la certeza de que nadie volverá a entenderme cómo él lo hacía, o quizá tener ese amante en común (la lengua), o qué se yo...

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