El Blog

sábado, 11 de julio de 2009

Relato

Eluney había nacido en la época y el lugar incorrectos. Los gritos de parto de su madre no fueron sofocados por ninguna comadrona de ningún hospital, y sólo pudieron ser acallados cuando la escasez de oxigeno en la sala comenzó a ser acuciante y la buena mujer entendió que o bien sacaba a aquel monstruo menudo de sus entrañas, o bien moría al segundo siguiente. Decidida a continuar pegándole puñetazos a la vida, cogió a la niña entre sus manos y le quitó los trozos de placenta de la cara. El padre se había mantenido al margen de todo el espectáculo, observando ensimismado desde la esquina de la habitación, recordando quizá aquellas tardes mágicas de hace más de un cuarto de siglo en el que iba de la mano con su abuelo a visitar las bizarras y mágicas actuaciones del circo de su pueblo. Ni un gesto de emoción se pudo leer en la cara de sus progenitores, que sólo podían pensar qué darle de comer a esa boca llorona cuando la leche materna no fuera ya suficiente.

A decir verdad, en otro tiempo el alimento no habría sido problema para los habitantes de la isla. Las aguas del lago estaban repletas de carachis enanos y de umantos, pero la actividad descontrolada de la pesca había provocado la extinción de estos últimos y la casi inexistencia de los otros. Ahora, los hombres tenían que pasar hasta quince horas en sus pequeñas barcas, lanzando las redes una y otra vez para poder conseguir algunos kilos de pescado: una parte para el comercio y lo mínimo para el sustento familiar. El gobierno había tenido la intención de solucionar el problema, y para hacerlo trajo desde otras zonas del continente nuevas especies que acabaron por establecerse sin mayores dificultades. Tan bien se adaptaron a su nuevo hábitat que acabaron por expulsar a los pocos carachis que quedaban. Ante el inminente peligro de la desaparición, el Gobernador inauguró unos juegos de pesca a los que fueron llamados los más ilustres personajes del país y de las naciones vecinas. Se realizó un torneo durante tres días y tres noches, con un claro vencedor que había capturado más de 70 kilos de truchas. Pero también había un claro perdedor. Los habitantes de la isla, entre ellos el padre de Eluney, vieron como su ecosistema quedaba reducido a pedazos y pisoteado por las impolutas botas de los señores acaudalados que navegaban en yates y barcas a motor. Empezaron entonces las relaciones con otras especies del reino animal: las calles sin asfalto del pequeño poblado se llenaron de vacas y ovejas. Aquellos que habían vivido del mar, y que no conocían otro lenguaje que el de las sirenas, se vieron obligados a aprender el idioma de los mugidos y el balar, con sus correspondientes fallos gramaticales y carencias léxicas.



Continuará...



2 comentarios:

- CheMaTriX - dijo...

tienes que quitar lo de "y de erasmus" se te acabo el chollo! jaja

Anonymous dijo...

actualiza ya!!!!!!!! que tus admiradores estamos ansiosos... :):):)