El Blog

domingo, 4 de octubre de 2009

Como en un susurro

La habitación perfectamente dispuesta para que sea mía. Los adornos que me gustan, el libro en la mesita de noche, la funda del nórdico de colores alegres. Y algunas fotos en la pared que me recuerdan de dónde vengo, quién soy yo en esencia. No sé si será el ambiente cálido que crea la luz adecuada, la de un flexo apuntando al suelo, pero como en un cíclico devenir del destino, imposible de obviar, la nostalgia hace mella en una noche de temperatura medianamente agradable. Con el ordenador apoyado en las rodillas recuerdo otros momentos. Hace un año, tal día como hoy, estaba en el pueblo italiano, maldiciendo mi elección de haberme ido allí, llorando como una niña mimada al no saber adaptarme a la nueva situación. Hace dos, me devanaba los sesos intentando aclararme, ¿debía seguir adelante con aquella historia que me traía entre manos? ¿era él el indicado? ¿arriesgarse o no? Hace cuatro años comenzaba mi andadura en solitario por el mundo, abandonaba mi casa y me lanzaba de bruces a las peleas de compañeros de piso, al aprender de la vida, a decidir si comía arroz tres delicias o pasta con tomate.

Hay noches, noches ocultas y silenciosas, en las que algo dentro de mi me obliga a escribir. Dicen que suele ser normal, que los mejores textos surgen delante de una taza de té o de café a altas horas de la madrugada. A no ser que seas Pablo Neruda y tengas una casa frente al océano como él, claro. Oigo su voz al otro lado del teléfono, ya nunca me escribes, y me jode haber perdido el hábito de teclear casi sin pensar, de dar a entender todo lo que llevo dentro. Hasta que de buenas a primeras, en el momento menos esperado, no puedes cerrar los ojos, y son las dos y media de la madrugada pero tus dedos permanece pegados al teclado. Entonces escribo, escribo de nuevo sin pararme a meditar el sentido de mis palabras, escribo, textos, frases, párrafos. Escribo sobre sentimientos, sobre la impetuosa necesidad de saber que está más allá del Atlántico. Sobre el nostálgico recuerdo de una noche de cervezas, de una película que nunca acabamos de ver, de un baño en el mar con los ojos abiertos. Es el contar a alguien un secreto a media voz, el permanecer horas y horas encerrados en un coche. Las dos y media de la mañana y echar de menos una caricia. Tener un beso al llegar a casa, recorrer medio mundo siguiendo unos pasos, pelear sobre política y lanzarse con la manta a la cabeza a buscar un futuro incierto. El ying y el yang.

Es dificil entenderlo. Sólo sé que la distancia duele.

2 comentarios:

Anonymous dijo...

:) dos días... :):):):):):):):):):):)

cjp dijo...

En estas noches de oscuridad, madrugadas de oscuridad que encendemos con palabras, es imposible no echar de menos, es imposible no pensar cual es mi lugar e incluso es imposible no llorar. Es cuando te das cuenta, que tu hogar, no es un lugar, no es ninguno de los lugares donde has estado, ni donde estarás. Son.. esas personas.