El Blog

viernes, 1 de enero de 2010

Un final muy temido

Entre risas y jugo de uva resbalando por las comisuras de los labios despedimos el año. Ni siquiera buscándole las más pequeñas mi hermano había conseguido comerse los doce meses y no pudo aguantar los ataques de risa que provoca el imaginarte con la boca llena de esa fruta redonda que, en ese día, dicen que decidirá tu futuro en los próximos 365 soles.

Se acabó el 2009 y con él se me vienen a la cabeza momentos especiales y únicos del que, posiblemente, haya sido uno de los mejores que mi corta vida ha experimentado. Año de viajes, de encuentros y despedidas, de confesiones a media luz, de ciudades enormes y de pueblos diminutos, de bicicletas y metros, de besos y caricias, de casas con estilo y casas destrozadas. Año de terremotos, de exámenes, de universidades, de proyectos, de madurez y de tolerancia. De lecturas complejas, de Calvino (perche non è possibile dimenticare nulla di questo, e ricordo e la mia anima è distrutta in un paio di secondi) y Casal (no puc veure la meva patria, la meva terra, allunyada dels seus habitants, i els nens pels carrers no tenen res per menjar).

Y ahora, cumpliendo el firme mandato para el que fue creado, el tiempo continúa impasible su paso hacia adelante, sin darme la tregua que voy necesitando. Porque a diferencia de otras ocasiones, se acaba una etapa de la que no quiero desprenderme, una etapa en la que sobre todo he crecido como persona para reafirmarme en lo que soy y en lo que creo. Ser licenciada me llena de alegría, pero también de miedo, miedo a no ser capaz de desenvolverme en el campo del que se supone que soy profesional, miedo a ser mayor, a entrar en ese mundo de los adultos, del trabajar para vivir, a no llegar a fin de mes, a traicionarme por un puñado de euros. Qué gran peligro el del periodismo... En estos cinco años me he topado con profesores incompetentes, con docentes que manchan su nombre, que lo ven como un medio para manipular y obtener beneficios, casi sin darse cuenta de que para muchos entrar en esta carrera no ha sido ni siquiera una elección, sino un instinto vital, la única salida que hemos visto para contribuir, en la medida de nuestras limitadas posibilidades, a hacer de este mundo un lugar un poquito mejor. De contar, gritar, escupir verdades y hacer que se tome conciencia de las cosas olvidadas, y que las cosas olvidadas encuentren un hueco en las memorias del futuro.

2010, año de decisiones, de graduaciones, de orlas y de viajes de fin de carrera. Junio está a punto de llegar, y yo, una vez más, abandonaré mi actual hogar en Barcelona, me olvidaré de sus atajos, de su barrio gótico, de sus carrers.

Pero, ¿a dónde debo ir a parar en esta ocasión?

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