El Blog

jueves, 15 de abril de 2010

Aprender a escribir

El uso de la palabra me otorga un placer difícil de describir. Por eso lo hago, por eso pienso historias, las escribo en servilletas y trato de darles forma cuando puedo. Por eso regalo cartas, porque me resulta más fácil decir lo que pienso a través de una hoja en blanco. Pero yo también, como sujeto medianamente activo de esta sociedad, a veces acabo formando parte de la espiral horrible de las obligaciones, del llegar tarde a casa y de preferir veinte minutos de ordenador a media hora leyendo... y resulta que darme cuenta de ello, de mi dejadez, acaba doliendo. Este principalmente ha sido el motivo que me ha incitado a apuntarme a un curso de Escritura Creativa, el tener la 'obligación' de acudir dos horas a la semana a un rincón donde poder hacer aquello que más me gusta, de alejarme de las clases, los estudios, los amigos, las cervezas o las películas y leer en voz alta las pequeñas creaciones que salen de mis dedos.

Aún no puedo valorar. La primera clase ha tenido lugar esta tarde, y el ejercicio ha sido curioso. Utilizando la palabra ESPEJO como acróstico hemos ido diciendo otras palabras con cada una de sus letras, y la profesora ha elegido las que le parecían más convenientes. Al final, teníamos:

Espejo
Sopa
Pantera
Entresuelo
Julepe
Ocultar

Último paso. Escribir. Lo que se nos ocurriera, de manera continuada, sin parar, sin tachar, sin pensar. Tiempo: 15 minutos. Requisito: utilizar todas las palabras. Resultado...

"Acabó el último sorbo de sopa, con un sonido incómodo que habría molestado a cualquier invitado. Pero estaba solo, tan solo como cada noche. La habitación estaba en penumbras y la vieja lámpara colgando del techo apenas alcanzaba a iluminar sus dedos gordos e hinchados. Soltó la cuchara sobre el plato y, con un movimiento que daba lástima, trató de levantarse de la silla. Cojeando, con una de sus manos sobre el lumbago (¡pobre viejo!) se tumbó en la cama desvencijada y polvorienta, con unas sábanas que comenzaban a oler a orín. era a esa hora, apenas las diez de la noche, cuando sus pensamientos comenzaban a divagar, a recorrer las vidas que una vez vivió y todas aquellas a las que no tuvo tiempo ni siquiera de presentarse. De repente ella había entrado en el habitáculo, desnuda, joven, radiante. El pubis demostraba un gusto exquisito por ser mujer, una pasión hacia la condición que la naturaleza le había otorgado. Él trató de ocultarse. Tenía 16 años y estaba asustado, el corazón palpitándole en el pecho, las hormonas viajando, el cerebro descompuesto. Pero ella seguía firme en su propósito, salteaba muebles, sillas, calcetines y pantalones. Era como una pantera desesperada buscando a sus cachorros. Sólo sabía que la ternura que recibió de sus abrazos nunca la encontró en otro lugar... Todo evaporado. Todo fuera. ¿Y ahora? Sus amigos, su madurez después del trabajo. Jugar al julepe cada tarde con un buen vaso de vino, reírse mientras el tiempo pasaba y los malditos falangistas seguían dando tiros en la calle. En la realidad, en la habitación sin luz del plato de sopa vacío, el viejo únicamente alcanzó a ver sus ojos en blanco reflejados en un espejo. Su último suspiro quedó enterrado en el entresuelo."

2 comentarios:

Anonymous dijo...

aquí hay talento...:):):)

Eric Marcos dijo...

chica, da gusto leerte