El Blog

lunes, 30 de mayo de 2011

Indignados y apáticos

La noticia comenzó a divulgarse rápidamente. En Madrid, un grupo surgido de la manifestación del 15 de mayo había decidido acampar en la Plaza del Sol como forma de continuar la protesta ante nuestro deficitario sistema democrático. 

"¿Y qué ocurre en Las Palmas?" me preguntaba. No sabía si la pasividad propia de estas islas iba a dejar pasar, una vez más, una oportunidad así. Pero por suerte ahora estaba equivocada. El primer día fueron cuatro valientes los que se armaron de valor y colocaron sus cartones y sus mantas en la entrada de la estación de guaguas, en San Telmo. Como si de Sierra Maestra se tratase, la revolución en las islas se debía a la constancia y al coraje de unos pocos que supieron movilizar al resto de espectadores pasivos.



Yo, aunque no fui de las primeras, no tardé en unirme al movimiento. ¿Cómo puedo mantenerme al margen, después de tantos años de indignación, de lucha no fructífera, de manifestaciones escasas de personal, de gritos silenciados y de artículos rebeldes en un blog cualquiera? Sabía que no tenía opciones, que el no acudir a la llamada supondría cargar con una culpa demasiado grande. ¿Que ocurrirá si esto funciona? ¿Cómo podré mirarme al espejo y no morir de vergüenza al saberme al margen del mayor ejercicio democrático de la historia de España? Sería hipócrita, sería no ser consecuente con mis ideales, sería la estupidez más grande jamás cometida. 

Ya han pasado 15 días desde que comenzó todo esto. 15, dos cifras que se vuelven símbolo y referencia. Dos semanas durante las cuales el número de acampados ha ido aumentando, donde las infraestructuras de Acampada Las Palmas han ido perfeccionándose y adecuándose a las necesidades que requeríamos. Dormir en la calle nunca fue tan necesario, participar activamente nunca fue tan solicitado.

Por todo esto, y porque formo parte de ese 30% de personas que engrosan las listas del paro en este trozo de tierra perdida, estoy allí. Y en cierta medida me entristece y me enfada que seamos pocos (dentro de los muchos que somos), que haya quien prefiera un día de playa, o quien se considere partícipe de todo sólo por acudir dos días a una asamblea y volverse a casa tranquilamente, o quien se excusa en argumentos políticos para negar la evidencia, la apatía.

Al igual que los mayores logros sociales de la historia de España se produjeron en la II República, y jamás concederé que alguien a quien no le corresponde se los apropie, no estoy dispuesta a hacer la vista gorda y felicitar a los que no se están implicando en esto. Todos ellos me dan pena, porque como dicen por ahí, nunca podrán contarle a sus hijos que lucharon por un mundo mejor, que no se quedaron de brazos cruzados viendo como jodían lo que teníamos. Serán los que dentro de unos años tendrán que agachar la cabeza.


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